LAS REVOLUCIONES LIBERALES DEL S.XIX
El origen de estas revoluciones lo encontramos en el fracaso del proceso de Restauración implantado en el Congreso de Viena (1815). La vuelta de las monarquías de estilo absolutistas y autoritarias que se planteó entonces, estaban condenadas al fracaso como se demostró muy pronto.
En la mayoría de estos
reinos, la población había luchado por liberarse de la ocupación francesa pero también habían recibido la influencia de las ideas revolucionarias referidas sobre todo a la soberanía
nacional y los derechos civiles y políticos.
En estos momentos, el
concepto de “súbditos” había cambiado por el de “ciudadanos” de pleno derecho.
Los países ya no eran
considerados posesiones heredadas de un monarca, sino naciones, es decir, una
comunidad formada por personas unidas por lazos históricos y culturales. Estos ciudadanos reclamaban el derecho a participar en el gobierno de la comunidad y no admiten
volver a la situación de sumisión que imponía el modelo de monarquía
absolutista tradicional.
Las reclamaciones
terminaron provocando una oleada de protestas y revoluciones a lo largo de toda
Europa entre 1820 y 1848.
En ellas se luchaba por establecer un nuevo orden político y social, pero además muchas de estos levantamientos terminaron teniendo un fuerte carácter nacionalista, puesto que no se habían escuchado los intereses de los pueblos en el reparto territorial realizado en el Congreso de Viena.
En ellas se luchaba por establecer un nuevo orden político y social, pero además muchas de estos levantamientos terminaron teniendo un fuerte carácter nacionalista, puesto que no se habían escuchado los intereses de los pueblos en el reparto territorial realizado en el Congreso de Viena.
La idea de Nación:
soberanía nacional
El concepto de nación
aparece hacia finales del siglo XVIII y en relación a la idea de soberanía nacional. La
nación era entendida como consecuencia de un contrato social por parte de la
sociedad civil. Esta idea repite la propuesta ilustrada de Rousseau, que considera a la sociedad como la única que posee la soberanía y que termina delegándola en los gobernantes por el bien común. Es decir, el Estado se justifica sólo por la decisión voluntaria y libre de la sociedad civil.
Se supera entonces el localismo feudal basados en vínculos personales entre personas (señor-vasallo) y la justificación del poder por
la gracia de dios que hasta entonces habían planteado las monarquías de derecho divino.
Este nacionalismo estaba asociado a los principios y valores de la democracia y el liberalismo, marcando la ideología de las revoluciones durante gran parte del siglo XIX.
Este nacionalismo estaba asociado a los principios y valores de la democracia y el liberalismo, marcando la ideología de las revoluciones durante gran parte del siglo XIX.
La idea
“conservadora” de la Nación
Sin embargo, ya desde principios del siglo surge un nuevo concepto de nación por influencia de los intelectuales y políticos alemanes.
Gracias al romanticismo y el historicismo, los pensadores alemanes
introduce el concepto de “volgeist” (algo así como "el espíritu del pueblo" o identidad nacional) que se convierte en la base del nacionalismo alemán y que terminará siendo adoptado por otras territorios en sustitución del concepto de soberanía nacional.
Desde ahora debemos tener en cuenta varios corrientes de pensamiento como son:
- El particularismo que considera la nación como algo “único” con un destino diferente a la de las demás aciones.
- La nación está definida por tener una cultura y lengua comunes
- La valoración del pasado histórico de las naciones (comienza a revalorizarse la historia medieval en Francia, Italia, etc...)
- La religión como elemento de identificación nacional
- La raza como diferenciadora entre los pueblos (este argumento sirvió para justificar la superioridad de la raza blanca sobre otras razas e inició el concepto del racismo tan utilizado durante el siglo XX)
Este cambio hacia una
concepción más tradicionalista se intensifica desde 1848. A partir de entonces,
se revaloriza el papel de las monarquías como la mejor forma política para
mantener la unidad nacional y al ejército como el responsable de actuar según
la voluntad nacional.
Los ejemplos más
destacados de este cambio en la concepción de la nación están en los procesos
de unificación de Alemania e Italia.
OLEADAS
REVOLUCIONARIAS DEL SIGLO XIX
REVOLUCIONES 1820-1825
Retrato del general Riego |
El primer ejemplo de las
revoluciones liberales surge en España con el pronunciamiento (alzamiento
militar) del general Riego que inició el llamado Trienio Liberal (1820-1823).
Poco después se suceden otras
revoluciones en países mediterráneos, Portugal y América española. En las colonias españolas
los criollos reclamaban el autogobierno y la independencia, que finalmente consiguieron gracias a la ayuda de los EE.UU y el Reino Unido (sólo Cuba y Puerto Rico permanecieron
bajo dominio español).
La matanza de Quíos por Delacroix,1824 |
Un ejemplo destacado de
este proceso de cambio fue la revolución en Grecia que pretende su independencia
del imperio otomano. Europa apoyó sin dudar las aspiraciones griegas viendo en
ellas el enfrentamiento entre la cristiandad civilizada y la barbarie islámica.
El tratado de Adrianápolis (1829) sella la independencia pero no confirma las
aspiraciones nacionales y liberales de los griegos.
Como en otras ocasiones las potencias europeas rechazaron la implantación de un régimen constitucional e impusieron un monarca autoritario: Otón I. Se inicia así un periodo de inestabilidad en toda la zona.
Todas estas revoluciones
tienen rasgos comunes:
- Un carácter antiabsolutista y nacionalista
- La mayor presencia del ejército en las decisiones políticas
- El fracaso generalizado debido a reacciones internas o por intervención extranjera, como sucede en el caso de España con la actuación de la Santa Alianza.
REVOLUCIONES DE 1830
La nueva oleada
revolucionaria comenzó en Francia extendiéndose a Bélgica y Polonia. En general tuvo un
carácter liberal como las anteriores pero añade ahora el componente nacionalista.
La Revolución de París provocada por la crisis agrícola y financiera, tiene como trasfondo el fracaso del gobierno de Carlos X. Su decisión de suspende las libertades como la de
prensa, la disolución de las cámaras y la imposición de decretos hizo estallar el conflicto ante un pueblo ya descontento. Las llamadas “Tres gloriosas jornadas” (del 28 al 30 de julio de 1830)
fueron apoyadas decisivamente por el ejército consiguiendo que Carlos X fuera al exilio.
El nuevo rey fue Luis Felipe de Orleáns (1830-1848) cuyos partidarios creyeron que apoyaría
las reclamaciones revolucionarias. Sin embargo, una vez en el poder se convirtió en
férreo defensor del autoritarismo. La revolución fracasa.
Mientras en Bélgica (formada entonces por Holanda y Países Bajos) la situación era muy compleja. Existía una fuerte división religiosa entre católicos belgas y calvinistas holandeses,
a ello se une una fuerte tensión política por la mayor importancia económica conseguida por Holanda. El levantamiento de los nacionalistas belgas fue apoyado por Reino Unido y Francia, y consigue triunfar consiguendo su independencia en 1831.
La nueva constitución
belga sirvió de modelos al resto de las europeas. El nuevo país fue declarado
neutral, al igual que Suiza, hasta 1914.
Polonia se revela contra
la imposición de los rusos en su territorio. El zar Alejandro I había dispuesto
la “rusificación” de la cultura polaca y la limitación de su autonomía. Sin
embargo, la revolución polaca termina fracasando por varios factores: la falta de apoyos del
clero, el campesinado y la burguesía, así como la neutralidad impuesta por
Reino Unido y Francia.
El resultado final fue la incorporación de todos los territorios polacos al imperio ruso, la imposición de la su lengua como la única oficial del estado y la rusificación de toda la sociedad.
El resultado final fue la incorporación de todos los territorios polacos al imperio ruso, la imposición de la su lengua como la única oficial del estado y la rusificación de toda la sociedad.
Otras revueltas
nacionalistas también fracasaron como las del norte de Italia (Módena, Parma,
Estados Pontificios) contra el imperio austríaco.
Las revoluciones de 1848
tienen origen en un conjunto de causas que podemos clasificar en:
- Económicas provadas por las crisis agrícolas y financieras
- Políticas por la tensión internacional provocada por la ruptura de la alianza entre Reino Unido y Francia
- Sociales gracias a la influencia del movimiento obrero y el socialismo.
Al igual que las
anteriores, la revolución se inició en Francia. Luis Felipe de Orleans fue obligado a
abdicar proclamándose la IIª República el 24 de febrero de ese mismo año.
El nuevo gobierno
revolucionario de clara influencia obrera, tomó pronto las riendas del país
aplicando una serie de reformas como fue la
convocatoria de elecciones por sufragio universal masculino, la abolición de la
esclavitud (vigente aún en las colonias francesas en África), la creación de los
Talleres Nacionales (para absorber a la población en paro) y la reducción de la
jornada laboral a 10 horas, reconociendo además el derecho a la huelga.
Sin embargo, algunas
medidas no se terminaron de aplicar, como fue el caso de los Talleres Nacionales lo que provocó
un levantamiento popular aprovechado por la burguesía propietaria para
apoyar una vuelta al orden tradicionalista.
El candidato de los conservadores a la presidencia de la República era Luis Napoleón, cargo obtiene en en 1849. Podemos decir que su gobierno fue una vuelta al autoritarismo, confirmado por el golpe de Estado que él mismo protagoniza en 1851. En este momento se autoproclamó emperador con el título de Napoleón III asumiéndo plenos poderes.
El candidato de los conservadores a la presidencia de la República era Luis Napoleón, cargo obtiene en en 1849. Podemos decir que su gobierno fue una vuelta al autoritarismo, confirmado por el golpe de Estado que él mismo protagoniza en 1851. En este momento se autoproclamó emperador con el título de Napoleón III asumiéndo plenos poderes.
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