Las Revoluciones Liberales del s.XIX

08 febrero 2011


LAS REVOLUCIONES LIBERALES DEL S.XIX
El origen de estas revoluciones lo encontramos en el fracaso del proceso de Restauración implantado en el Congreso de Viena (1815). La vuelta de las monarquías de estilo absolutistas y autoritarias que se planteó entonces, estaban condenadas al fracaso como se demostró muy pronto.
En la mayoría de estos reinos, la población había luchado por liberarse de la ocupación francesa pero también habían recibido la influencia de las ideas revolucionarias referidas sobre todo a la soberanía nacional y los derechos civiles y políticos.
En estos momentos, el concepto de “súbditos” había cambiado por el de “ciudadanos” de pleno derecho.
Los países ya no eran considerados posesiones heredadas de un monarca, sino naciones, es decir, una comunidad formada por personas unidas por lazos históricos y culturales. Estos ciudadanos reclamaban el derecho a participar en el gobierno de la comunidad y no admiten volver a la situación de sumisión que imponía el modelo de monarquía absolutista tradicional.
Las reclamaciones terminaron provocando una oleada de protestas y revoluciones a lo largo de toda Europa entre 1820 y 1848. 
En ellas se luchaba por establecer un nuevo orden político y social, pero además muchas de estos levantamientos terminaron teniendo un fuerte carácter nacionalista, puesto que no se habían escuchado los intereses de los pueblos en el reparto territorial realizado en el Congreso de Viena.
La idea de Nación: soberanía nacional

El concepto de nación aparece hacia finales del siglo XVIII y en relación a la idea de soberanía nacional. La nación era entendida como consecuencia de un contrato social por parte de la sociedad civil. Esta idea repite la propuesta ilustrada de Rousseau, que considera a la sociedad como la única que posee la soberanía y que termina delegándola en los gobernantes por el bien común. Es decir, el Estado se justifica sólo por la decisión voluntaria y libre de la sociedad civil.
Se supera entonces el localismo feudal basados en vínculos personales entre personas (señor-vasallo) y la justificación del poder por la gracia de dios que hasta entonces habían planteado las monarquías de derecho divino. 
Este nacionalismo estaba asociado a los principios y valores de la democracia y el liberalismo, marcando la ideología de las revoluciones durante gran parte del siglo XIX.
La idea “conservadora” de la Nación

Sin embargo, ya desde principios del siglo surge un nuevo concepto de nación por influencia de los intelectuales y políticos alemanes. 
Gracias al romanticismo y el historicismo, los pensadores alemanes introduce el concepto de “volgeist” (algo así como "el espíritu del pueblo" o identidad nacional) que se convierte en la base del nacionalismo alemán y que terminará siendo adoptado por otras territorios en sustitución del concepto de soberanía nacional.
Desde ahora debemos tener en cuenta varios corrientes de pensamiento como son:
  • El particularismo que considera la nación como algo “único” con un destino diferente a la de las demás aciones.
  • La nación está definida por tener una cultura y lengua comunes
  • La valoración del pasado histórico de las naciones (comienza a revalorizarse la historia medieval en Francia, Italia, etc...)
  • La religión como elemento de identificación nacional 
  • La raza como diferenciadora entre los pueblos (este argumento sirvió para justificar la superioridad de la raza blanca sobre otras razas e inició el concepto del racismo tan utilizado durante el siglo XX)
Este cambio hacia una concepción más tradicionalista se intensifica desde 1848. A partir de entonces, se revaloriza el papel de las monarquías como la mejor forma política para mantener la unidad nacional y al ejército como el responsable de actuar según la voluntad nacional.
Los ejemplos más destacados de este cambio en la concepción de la nación están en los procesos de unificación de Alemania e Italia.


OLEADAS REVOLUCIONARIAS DEL SIGLO XIX

REVOLUCIONES 1820-1825


Retrato del general Riego
El primer ejemplo de las revoluciones liberales surge en España con el pronunciamiento (alzamiento militar) del general Riego que inició el llamado Trienio Liberal (1820-1823).
Poco después se suceden otras revoluciones en países mediterráneos, Portugal y América española. En las colonias españolas los criollos reclamaban el autogobierno y la independencia, que finalmente consiguieron gracias a la ayuda de los EE.UU y el Reino Unido (sólo Cuba y Puerto Rico permanecieron bajo dominio español).
La matanza de Quíos por Delacroix,1824
Un ejemplo destacado de este proceso de cambio fue la revolución en Grecia que pretende su independencia del imperio otomano. Europa apoyó sin dudar las aspiraciones griegas viendo en ellas el enfrentamiento entre la cristiandad civilizada y la barbarie islámica. El tratado de Adrianápolis (1829) sella la independencia pero no confirma las aspiraciones nacionales y liberales de los griegos. 

Como en otras ocasiones las potencias europeas rechazaron la implantación de un régimen constitucional e impusieron un monarca autoritario: Otón I. Se inicia así un periodo de inestabilidad en toda la zona.
Todas estas revoluciones tienen rasgos comunes:
  • Un carácter antiabsolutista y nacionalista
  • La mayor presencia del ejército en las decisiones políticas
  • El fracaso generalizado debido a reacciones internas o por intervención extranjera, como sucede en el caso de España con la actuación de la Santa Alianza.
REVOLUCIONES DE 1830
La nueva oleada revolucionaria comenzó en Francia extendiéndose a Bélgica y Polonia. En general tuvo un carácter liberal como las anteriores pero añade ahora el componente nacionalista.
La Revolución de París provocada por la crisis agrícola y financiera, tiene como trasfondo el fracaso del gobierno de Carlos X. Su decisión de suspende las libertades como la de prensa, la disolución de las cámaras y la imposición de decretos hizo estallar el conflicto ante un pueblo ya descontento. Las llamadas “Tres gloriosas jornadas” (del 28 al 30 de julio de 1830) fueron apoyadas decisivamente por el ejército consiguiendo que Carlos X fuera al exilio.
El nuevo rey fue Luis Felipe de Orleáns (1830-1848) cuyos partidarios creyeron que apoyaría las reclamaciones revolucionarias. Sin embargo, una vez en el poder se convirtió en férreo defensor del autoritarismo. La revolución fracasa.

Mientras en Bélgica (formada entonces por Holanda y Países Bajos) la situación era muy compleja. Existía una fuerte división religiosa entre católicos belgas y calvinistas holandeses, 
 a ello se une una fuerte tensión política por la mayor importancia económica conseguida por Holanda. El levantamiento de los nacionalistas belgas fue apoyado por Reino Unido y Francia, y consigue triunfar consiguendo su independencia en 1831.
La nueva constitución belga sirvió de modelos al resto de las europeas. El nuevo país fue declarado neutral, al igual que Suiza, hasta 1914.
Polonia se revela contra la imposición de los rusos en su territorio. El zar Alejandro I había dispuesto la “rusificación” de la cultura polaca y la limitación de su autonomía. Sin embargo, la revolución polaca termina fracasando por varios factores: la falta de apoyos del clero, el campesinado y la burguesía, así como la neutralidad impuesta por Reino Unido y Francia. 
El resultado final fue la incorporación de todos los territorios polacos al imperio ruso, la imposición de la su lengua como la única oficial del estado y la rusificación de toda la sociedad.
Otras revueltas nacionalistas también fracasaron como las del norte de Italia (Módena, Parma, Estados Pontificios) contra el imperio austríaco.

REVUELTAS DEMOCRÁTICAS DE 1848
Las revoluciones de 1848 tienen origen en un conjunto de causas que podemos clasificar en:
  • Económicas provadas por las crisis agrícolas y financieras
  • Políticas por la tensión internacional provocada por la ruptura de la alianza entre Reino Unido y Francia
  • Sociales gracias a la influencia del movimiento obrero y el socialismo.
Al igual que las anteriores, la revolución se inició en Francia. Luis Felipe de Orleans fue obligado a abdicar proclamándose la IIª República el 24 de febrero de ese mismo año.
El nuevo gobierno revolucionario de clara influencia obrera, tomó pronto las riendas del país aplicando una serie de reformas como fue la convocatoria de elecciones por sufragio universal masculino, la abolición de la esclavitud (vigente aún en las colonias francesas en África), la creación de los Talleres Nacionales (para absorber a la población en paro) y la reducción de la jornada laboral a 10 horas, reconociendo además el derecho a la huelga.
Sin embargo, algunas medidas no se terminaron de aplicar, como fue el caso de los Talleres Nacionales lo que provocó un levantamiento popular aprovechado por la burguesía propietaria para apoyar una vuelta al orden tradicionalista. 
El candidato de los conservadores a la presidencia de la República era Luis Napoleón, cargo obtiene en en 1849. Podemos decir que su gobierno fue una vuelta al autoritarismo, confirmado por el golpe de Estado que él mismo protagoniza en 1851. En este momento se autoproclamó emperador con el título de Napoleón III asumiéndo plenos poderes.





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