Leyendas sobre La Alhambra

11 diciembre 2010

Os dejo un artículo sobre algunas Leyendas que circulan de la Alhambra
La leyenda de El Suspiro del Moro
En el año de 1492 los Reyes Católicos conquistaron el reino de Granada. Cuenta la leyenda que, tras entregar el rey Boabdil las llaves de la ciudad a los reyes de Castilla y Aragón, cuando alcanzaba la colina así conocida, se volvió por fin y, suspirando, rompió a llorar, momento en que su madre le dijo: “Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre”



La leyenda de La Silla del Moro
La vida supuestamente disoluta que llevaba el rey Boabdil, al parecer dio lugar a un amotinamiento en la ciudad de Alhambra. Por este motivo, el rey tuvo que refugiarse en una apartada colina desde la que, sentado en su cima, divisaba su ciudad sublevada, que por tal razón aún hoy es así conocida.

La leyenda de El Reloj de Sol
Según cuentan, la Alhambra en su conjunto puede ser considerada un enorme reloj de sol. Esto es así ya que, al igual que con un reloj de sol podríamos seguir el transcurrir de todas las horas del día, en la ciudad granadina podemos hacerlo a través de sus estancias. Este fenómeno es especialmente evidente al mediodía, momento en que las dependencias quedan divididas por su mitad como efecto de la sombra.

La leyenda de La Puerta de la Justicia
Existen dos leyendas particularmente bellas en torno a esta puerta.
Tan grande era su magnificencia y tan ufanos se sentían de ella, que aseguraban que si existía un caballero en la Tierra que fuese capaz, estando montado en su caballo, de tocar con la punta de su lanza la mano esculpida en lo más alto de su arco exterior, conquistaría el trono de la ciudad.
Considerada por el mundo conocido como una fortaleza inexpugnable, sumamente recia en su construcción, aseveraban que no caería bajo el ataque de mil ejércitos. De este modo, el día que la mano de su arco exterior llegara a tocar la llave del arco interior de esta puerta, sería porque había llegado el fin del mundo, pues la Alhambra estaría en ruinas.

La leyenda de El Soldado Encantado
Cuentan de un estudiante salmantino que, llegado a Granada con el fin de recavar fondos para sufragar sus estudios, reparó en un anacrónico soldado, vestido con armadura y portando una lanza. Acercóse a preguntarle y éste le respondió que penaba desde 300 años ya por una maldición, lanzada por un alfaquí musulmán, que le conjuró a custodiar por toda la eternidad el tesoro de Boabdil, otorgándole licencia para salir de la estancia del botín sólo una vez cada cien años. El estudiante, interesado en su problema, y avisado de las riquezas que podría hallar en el escondrijo, le ofreció su ayuda. Debía buscar una joven cristiana y un sacerdote en ayuno para deshacer el hechizo. El joven consiguió a la primera sin esfuerzo, pero el único cura que estuvo dispuesto a acompañarle estaba aquejado de gula impenitente. A mitad de conjuro, el clérigo se abalanzó sobre los manjares que estaban preparados para el final del sortilegio, rompiendo la tregua del hechizo, y dejando dentro, de nuevo y para siempre, al soldado encantado.

La leyenda de la sala de los Abencerrajes
En esta sala, que fue alcoba del sultán y por tanto carecía de ventanas al exterior, fueron asesinados los treinta y siete caballeros de la familia Abencerrajes reunidos con ocasión de una fiesta allí celebrada. El sultán ordenó decapitarlos, cegado por lo celos, insuflados por los caballeros de una familia rival, los Zenetes, que inventaron una historia de amor entre uno de los Abencerrajes y la sultana. Se cuenta que el color rojizo que aún se observa en la taza existente en esta sala, y el canal que lleva su agua hasta la Fuente de los Leones, se debe a la sangre derramada en aquella fecha.

La leyenda de los azulejos de Mexuar
Es ésta la sala más antigua del palacio. El sultán se situaba en ella, dentro de una cámara elevada, oculta por celosías, con el fin de escuchar sin ser visto. Desde allí prestaba audiencia e impartía justicia. Es un hecho históricamente comprobado que el sultán tenía en la época cualidad judicial, y sus sentencias eran conocidas por ecuánimes e imparciales. En su puerta, anunciando su razón de ser, había un azulejo con un cartel que rezaba: “Entra y pide. No temas pedir justicia, que hallarla has”.  

Texto: Mariam Benitez
Fotografías: Luis Medina y archivo revistaiberica.com
© revistaiberica




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